martes, 18 de septiembre de 2007

De locura y vértigo.


Donde solían quedarse
los amigos,
donde el viento gritó
abandonos,
donde el café a media tarde,
donde el pueblo empezó a crecer
y luego vinieron tus manos
haciendo su deshacer de amores.
Todo lo que entiendo y ando
sos vos.
Esta misma piel
te descubrió un día
y desde entonces
retraso despacio tu muerte.
Tu presencia tiene tamaño
de locura y vértigo
en este espacio
donde pasa apretada tu voz,
y se extiende humedísima
con los ojos cerrados.
Yo morí
para nacer de nuevo
en tu sexo
y ser otra cosa distinta.
Qué maneras terribles
de girar en tu recuerdo:
voy atada siempre
a tus historias
porque hay secretos
en mitad de un hombre
que suelo inventar
y luego descubro y padezco
y sucede que los guardo
aunque esté prohibido.
Y en medio de tu cuerpo
reinvento una infancia mejor,
donde todo lo que vivo
y amo
se me define en vos:
interperie primera
de mi alma,
presagio recobrado de una palabra
que olvidé entre tu ropa,
antifaz del fuego
para tocarte a oscuras,
abrigo del náufrago
tu llanto.
Cómo ibas a adivinar
que olvidar es amarte,
que hay una mujer herida
muriéndote ahora,
ahora.

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